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martes, 27 de abril de 2010

Lógicamente

Los detectives salvajes es a nuestro tiempo lo que el Quijote fue al siglo XVII.

domingo, 25 de abril de 2010

Adivina, adivinador

ENIGMA DE DON FRANCISCO DE QUEVEDO Y VILLEGAS


Las dos somos hermanas producidas
de un parto y por extremo parecidas;
no hay vida cual la nuestra penitente;
siempre andamos de embozo entre la gente,
que a indecencia juzgara
vernos un ojo, cuanto mas la cara.
Necesidad precisa
nos tiene muchas veces sin camisa;
gormamos siempre lo que no comemos;
y otro mayor trabajo padecemos:
que por culpas ajenas
somos el dedo malo de las penas.
Un eco es nuestra voz, de que, ofendidos
y con razón, se muestran dos sentidos;
y así la urbanidad, aunque forzadas,
nos tiene a soliloquios condenadas;
es al fin nuestra vida,
por recoleta, siempre desabrida.

Si bien la vecindad de dos holgones
causó tal vez invidia y tentaciones;
pero si consentimos y pecamos,
con pena del infierno lo pagamos.


[No. 629, según la edición de Blecua publicada por Castalia, Tomo II, páginas 104 y 105]

jueves, 22 de abril de 2010

Increíble, pero cierto

El hombre que escribió esto:


Si el abismo, en diluvios desatado,
hubiera todo el fuego consumido,
el que enjuga mis venas, mantenido
de mi sangre, le hubiera restaurado.

Si el día, por Faetón descaminado,
hubiera todo el mar y aguas bebido,
con el piadoso llanto que he vertido,
las hubieran mis ojos renovado.

Si las legiones todas de los vientos
guardar Ulises en prisión pudiera,
mis suspiros sin fin otros formaran.

Si del infierno todos los tormentos,
con su música Orfeo suspendiera,
otros mis penas nuevos inventaran.


Es el mismo que escribió esto otro:


Puto es el hombre que de putas fía,
y puto el que sus gustos apetece;
puto es el estipendio que se ofrece
en pago de su puta compañía.

Puto es el gusto, y puta la alegría
que el rato putaril nos encarece;
y yo diré que es puto a quien parece
que no sois puta vos, señora mía.

Mas llámenme a mí puto enamorado,
si al cabo para puta no os dejare;
y como puto muera yo quemado

si de otras tales putas me pagare,
porque las putas graves son costosas,
y las putillas viles, afrentosas.


Y ambos no son, en modo alguno, los extremos de Quevedo. Se trata apenas de puntos intermedios, equidistantes, situados en esa medianía monstruosa donde el poeta todo lo confunde, donde no hay arriba ni abajo, ni belleza ni fealdad, ni elogios ni insultos, ni ofrendas ni merecimientos, desde donde, al final, todo emerge diferenciado, ubicado en el cuadrante correspondiente: lo sublime, lo abyecto, la dignidad, la canalla, alineados cada uno con sus pares, siguiendo cada uno su propio trazo, sin nunca interrumpir la sucesión del otro. Salvo, quizá, en un momento: el de la hipotética, irrefrenable y monstruosa carcajada que, quiero imaginar, debió soltar Quevedo, ahíto, cuando se descubría en los límites últimos del lenguaje, sabiendo siempre siempre siempre cómo regresar y cómo retomar la ruta. Cada vez que quisiera. El maldito perro.

martes, 20 de abril de 2010

la realidad

«Y si Guermantes no defrauda como todas las cosas de la imaginación cuando se convierten en algo real es sin duda porque en ningún momento es algo real, porque, incluso cuando nos paseamos, advertimos que las cosas que están allí no son sino la envoltura de otras, que la realidad no está allí sino muy lejos, que las cosas que tocamos no son sino una hechura del tiempo, y la imaginación trabaja sobre el Guermantes visto, como sobre el nombre de Guermantes, porque todas esas cosas sólo son todavía palabras, palabras repletas de magníficas imágenes y que significan otra cosa.»

Marcel Proust, [en uno de los últimos capítulos del Contra Sainte-Beuve editado por Antoni Marí y Manel Pla para Tusquets]

miércoles, 14 de abril de 2010

Notas para Desgracia

Desgracia es una gran novela. Por varias razones que quizá, cuando termine su lectura, intente enumerar y explicar en un comentario más amplio. De momento baste señalar uno solo de sus detalles que redondea en varios sentidos el relato: el continuo entretejido del texto con otros textos, su afanoso bordado en la densa trama de la literatura occidental, con cierta inclinación obligada por la mansa hebra del Romanticismo. Como sucede casi siempre que este recurso se presenta en una lectura, tomar al vuelo los hilos sueltos de estas referencias enriquece la experiencia del lector. Trabajo no siempre sencillo para un veterano, francamente difícil para un novel (si bien es cierto que, cuando uno empieza a leer, gratifica descubrir que los libros conservan entre sí un vínculo secreto, misterioso, que se revela caprichosa y paulatinamente).

La novela de Coetzee, a pesar de su contemporaneidad, ha merecido ya un trabajo de anotación exhaustivo, realizado por Cary Henson, de la Universidad de Wisconsin. Sus notas son mínimas, suficientes para aclarar las dudas surgidas durante la lectura pero, al mismo tiempo, animan al lector a profundizar sobre uno de esos varios detalles cuya presencia en el relato es deliberada y no meramente ornamental.

Pero no alargo todavía más este post. Aquí el documento.

sábado, 3 de abril de 2010

Semana Santa

Hechos como este reaniman mi duda sobre la realidad del mundo. ¿Por qué, de entre cientos de casos de niños perdidos, el único que gana tanta atención se desarrolla y concluye tan literariamente? Viendo y escuchando las noticias pensé en el político y magnate que, en La caza del carnero salvaje, controla desde las sombras el Japón de los años 70. Pensaba si sería posible, en la realidad, la existencia de un personaje así, uno que ocasionalmente ideara y pusiera en marcha sucesos novedosos, extraordinarios, un personaje temeroso de su originalidad, del impacto de su originalidad, y que por esta razón prefiriera montar historias ya probadas en sus efectos. Entonces, el robo de un banco seguiría, en sus rasgos más generales, los mismos pasos que el de «La liga de los pelirrojos», la famosa aventura de Sherlock Holmes. O como ahora: un asesino aparentaría genio y grandeza hasta que la presión y el miedo y la culpa lo cercaran y lo minaran y lo derrumbaran, al modo de Raskólnikov.

*

El reportero que, cubriendo las representaciones populares de la Pasión, relata cada uno de los cuadros como si fueran sucesos reales, contemporáneos, conjugando todos sus verbos en tiempo presente. Como si el prendimiento, o la sentencia o las caídas, fueran noticia por sí mismos y no por tratarse de un ritual dramatizado. Como si en el periódico de hoy, siempre en el de hoy, leyéramos, antes o después del recuento de las ejecuciones cotidianas, que también un hombre de treinta y tantos años fue crucificado.

*

Digamos que Cristo no murió por la humanidad. Digamos que murió por motivos más temporales y terrenos, aunque no menos sublimes. Digamos que murió para que Bach pudiera componer la Pasión según san Mateo y la Pasión según san Juan. Tal vez así, imputando una razón personalísima, el sacrificio adquiera también un sentido personal, íntimo, refinado celosamente con las herramientas de la contemplación y la iluminación, dejando para otros las toscas maquinarias del dogma y la herejía.